Bendito seas, Señor, en esta mañana y siempre, por tanto amor, gracias porque me haces revestirme de tu Espíritu y de tener un corazón valiente para afrontar cualquier dificultad que se presente. Quédate, Señor, conmigo, acógeme en tus brazos, sostenme en tu regazo, como un padre sostiene a su hijo recién nacido y lo besa amorosamente.
Que en ningún momento baje la guardia, sino que en Ti sea capaz de encontrarle sentido a cada una de las experiencias que tenga que vivir. Contigo me siento seguro para vivir a plenitud. Aquí estoy, junto a Ti, porque necesito escucharte y saber que nada podrá dañarme.
Señor, dilo a mi corazón inquieto y aturdido por tantas cosas, hazme sentir que no estoy solo y que pase lo que pase estarás a mi lado. Que contigo pueda descubrir que nada hay más seguro que tu amor y que nadie puede trazar un mejor camino que Tú. Tengo el alma dispuesta a captar tu voluntad que siempre me hará ser feliz en la docilidad y en libertad; sé siempre para mí una mano tendida y que yo sea testigo tuyo para el que está o pasa a mi lado.
Te doy gracias, porque estoy seguro de que darte gracias es una manera aceptar y asumir la fragilidad de mi ser y prepararme para no dejarme doblegar por ellas.
Porque desde la vida humilde nos nace vida abundante, porque nos hace mirar hacia nosotros, hacia el interior y reconocer lo afortunados que somos. Ayúdanos a construir la esperanza. Que podamos construir una realidad distinta, un mundo de hermanos sin distinciones sin dominados, sin explotados, sin egoísmos ni marginación, un mundo según tu voluntad.
Amén.